Ciudad de Dios

Me duele esta ciudad
de la cervical al coxis,
será que a mi columna sur
le falte aceite
y ya no pueda continuarla, o
sea solo un sueño su bandera.

Hay veces que me ahoga
el hollín que fumo en Rivadavia
o en Corrientes
en sus bares sin tabaco, y a veces
sin memoria
y esquivo de sus calles, al pico de las horas.
Entonces, elijo el subterráneo
ilusionada,
y me topo con el pánico mecánico
de una muchedumbre acorralada
que con trabajo o sin él, desanda
su jornada como yo.

Y no me queda otra,
me aguanto el apriete, un poco más,
me evado por un rato
de la agresión gentil
que sube en Diagonal (a mí)
y combina (por derecha)
sus diferentes formas
de hacerme la vida más difícil.

Y me obliga a esperar
a que se abra
su boca, impoluta,
y nos escupa,
justo en el momento en que
me siento, indivisible y solidaria,
compañera de clase, amasijada,
y de nuevo, solitaria,
en esta Ciudad de Dios,
que consume paco y marihuana.

Ya estoy en la puerta de salida
dispuesta a abandonarla,
enojada, maltratada,
y así y todo, me vuelvo
y la miro, ciudad de Buenos Aires,
de espalda a su río y sin bandera.

1 comentario:

maro dijo...

Fantástico el pasaje

"justo en el momento en que
me siento, indivisible y solidaria,
compañera de clase, amasijada,
y de nuevo, solitaria,"

Me parece un momento de síntesis, espejo hacia adentro de mi mismo. La leo y me encuentro con lo que soy a veces, con lo que estoy siendo. HAbitar ese momento en que así nos sentimos y poder crear desde ahí...
saludos MARO Skliar