Araceli

“Mi papá era militar y mi cuñado tupamaro, así que en mi familia se peleaban todo el día. Yo de política no quiero saber nada”, lanza como carta de presentación Araceli, la uruguaya.

Sospecha por dónde viene eso del taller de formación. Levanta una empalizada, un muro, un piquete defensivo.

Al pasar de los encuentros Araceli se va enganchando. Le gusta escuchar, pero más le gusta discutir sobre las cosas de todos los días, ajustar los problemas cotidianos de la panadería o el comedor del MTD. Claro que eso no es política para ella. De a poco se apropia del espacio: llega primera, prepara el mate, barre el galpón. Trae recortes de revistas, diarios, preguntas; trae a su hija adolescente “para que aprenda cosas que sirven para la vida”. Sostiene enfáticamente que cuidándola y protegiéndola va a crecer bien, que lo más importante es evitar que haga mala junta. Narra cómo otras mujeres descuidan a sus hijas, no las controlan y así las pibas se drogan, se prostituyen y después les termina gustando esa vida. Es cosa de las pibas y sobre todo de las madres.

Dos horas después Araceli está encendiendo el fuego y cocinando un guiso inmenso. Hoy hay bastante carne. En un rato irán llegando las pibas que se prostituyen porque les gusta y Araceli les servirá dulcemente el guiso...

Finalizando el año, se me acerca cuando terminamos la reunión. Me cuenta que el marido piensa que se volvió loca. Es porque en la cena familiar le pregunta a sus hijos cómo están, si hay algo que quieran contar y propone decidir cómo van a organizar en familia las tareas de la casa esa semana. “Eso lo aprendí acá en formación”, me confiesa. “Sabes que me siento bien, mis hijos me cuentan de sus novias, me preguntan sobre el sexo y yo los aconsejo”. Pavada de política.

1 comentario:

rocio malen dijo...

me emocioné.
Abrazo, Marina