Jóvenes suicidas

“Ahora lo que quiero es ponerme bien para salir de acá. Y después no sé, quién dice que no me mate otra vez”. Juan tiene 15 años, pero su talla y sus facciones lo hacen parecer aún menor. Está internado en la sala de terapia intermedia del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez.

Aunque por el reposo indicado no debería hablar, Juan cuenta: “conseguí Trapax y me tomé las tres tabletas con un whisky de mi viejo. Al rato ya no me acuerdo, había puesto la música fuerte pero se ve que la señora que limpia en casa me escuchó toser y avisó”. Pasaron dos días y al chico se lo ve recuperado, la intoxicación no fue suficiente; apenas estuvo inconsciente primero y somnoliento después durante las primeras 24 horas. El movimiento de enfermeras y de familiares de otros chicos con los que Juan comparte la sala, las sonrisas y expresiones de ánimo que otras mamás o tías dedican a sus niños internados en las camas linderas, completan un cuadro donde, más allá del hedor hospitalario, la sola idea de la muerte desentona.

Aunque Juan no tiene más visitas por ahora que la de este cronista. Y mirándolo sólo a él, ignorando el contexto de movimientos y regalos y revistas infantiles, ahí queda sólo su cuerpecito esmirriado, semihundido en el colchón de una cama que, ante su delgadez, parece más grande que las demás. La sábana de un riguroso color blanco-amarillento de hospital lo cubre hasta la mitad del pecho lampiño. Sin embargo, tal vez contagiado por el lugar, el chico se muestra locuaz y hasta podría decirse que está bien de ánimo. Si no fuera por su insistencia en decir que quiere quitarse la vida.

“Las pastillas no te voy a decir de dónde las saqué –más tarde la madre, más enojada que compungida, se limitará a quejarse porque el padre ´siempre le da plata al nene sin saber para qué´-. Lo único que te digo –sigue Juan- es que en Internet te das cuenta que un montón de pibes están con esto de matarse …”. ¿En Internet? El chico detalla: “Fijate, poné en el Google, hay foros donde explicás cómo vas a hacer, qué pastillas, todo. Yo soy un gil, porque ahí me dijeron que si te encuentran antes de que te mueras en tu casa después van a decir que quisiste llamar la atención, y ni ahí, yo me voy a matar de verdad”. Juan demuestra no haber sido un improvisado. Entonces ¿por qué falló? Al insistir en la advertencia, él mismo parece dar la clave.

En nuestro país no hay estudios precisos. Sí los hay en Estados Unidos, donde Juan sería uno más de los 3 millones de adolescentes que intentan suicidarse. Según un informe realizado por la Administración de Servicios de Salud Mental de ese país, durante el año 2000 más del 13% de los jóvenes entre 14 y 17 años “consideraron seriamente” la posibilidad de suicidarse. De este grupo de escolares con tendencia suicida, un 75%, al igual que Juan, trazó un plan para quitarse la vida. Finalmente, “apenas” algunos pocos de esa enorme cantidad tienen éxito: por cada hecho consumado suceden entre 100 y 200 intentos fallidos. En algunos casos la pulsión sólo apunta a llamar la atención de quienes rodean al chico. Juan sabía que podían encontrarlo, y aún así avanzó con su intento cuando había gente en la casa.

Efectivamente, en foros de Internet puede encontrarse información, debates y consejos para acabar con la propia vida, a veces en clave jocosa y otras veces en forma seria y alarmante. Los casos más sorprendentes de utilización de estas nuevas tecnologías de comunicación con fines suicidas suceden en Japón. Allí, grupos de jóvenes desconocidos entre sí se alientan colectivamente a hacerlo y coordinan la forma, el día y hasta la hora en que cada uno acabará con su existencia.

Terminado el horario de visitas, Juan parece haber estado cómodo con la conversación. Dejando en claro que pretende ser escuchado, dice, por última vez, que piensa volver a intentarlo. Pero esta vez su pedido de ayuda es explícito. Se despide y por último dice, “si siguen sin darme bola, en serio que otra vez me mato”.

2 comentarios:

rocio malen dijo...

Me pregunto por qué, aún sabiendo que estas historias se repiten a diario, después de leer la de Juan, me muestro como una adulta "sorprendida", algo así como ese "no sabía lo que estaba pasando" que muchas/os repitieron hasta el hartazgo, en relación a la última dictadura. Son historias que nadie puede decir que no conoce, pero eso no alcanza. Nada alcanza, hay veces que me lleno de desesperanza, porque pienso que Juan , indefectiblemente, lo va intentar de nuevo. Abrazo, a Juan, a Pablo, y a quienes se les ocurrió esta idea de compartir nuestras historias. Marina.

Anónimo dijo...

las personAS QUE HACEN ESTO LO AHCEN PORQUE SE SIENTEN SOLAS SIENTEN QUE NO HAY SOLUCION PARA SUS PROBLEMAS Y QUE NADIE LES PUEDE AYUDAR LA VIDA SE BASA EN CREER QUE LAS COSAS TIENE REMEDIO PERO ELLOS NO LO VEN ASIP. ELLOS MISMOS DECIDIERON SU MUERTE.